MMVIII

Siempre me han gustado las frases cliché y creo que es tiempo de apropiarme de otra. Quien nunca se cae no es el que tiene realmente éxito, el que tiene éxito es aquel que se cae mil veces y mil veces se levanta.

El año pasado fue un año extraño en muchos sentidos, profundamente malo, pero malo de esos que quieres olvidar, de esos que nunca saldrán en las conversaciones alegres, pero de esos que quizás en un futuro van a ser recordados como un punto de inflexión en tu vida, hace tiempo que no veía un año tan malo, hace tiempo que no enfrentaba tan abiertamente mis preocupaciones y mis miedos, y hace tiempo que no me sentía tan pequeño y vulnerable a la voluntad divina que creo que nos rige. Fue un año de cambios, profundos, de mentalidad, de ver a quienes siempre han estado, aunque no los llamara y aunque ni siquiera los valorara lo suficiente. Fue un año de grandes pérdidas, de pérdidas irreparables, permanentes, amargas. De esas que no cicatrizan rápido, que quizás nunca lo harán. Fue un año en donde encontré en quien hacer mis penas más pequeñas, fue un año donde me di cuenta que quizás no soy tan estable como creo, pero al mismo tiempo me di cuenta que los hombres somos muy resistentes. Fue un año oscuro y lleno de pérdidas, el peor año de muchos. He empezado este año con una nueva perspectiva, una perspectiva que me dice que todo cambia en un instante, que me dice que la vida y la felicidad son sólo momentos, que son efímeros, pero en realidad nada es tan permanente como tontamente lo creí, que el éxito económico no es importante para nada, porque el dinero no compra nada en absoluto, debería haberlo sabido hace mucho tiempo, pero es algo que las experiencias te deben mostrar para creer. Que el amor y los amigos son una misma cosa, que la familia vale sólo por estar ahí, quizás sin necesidad de decir ni hacer nada. Que si nos entregamos a amar, la vida no nos puede hacer sufrir, que lo mejor que hemos tenido no lo sabremos hasta que lo perdemos, o sabemos que todo lo que es, algún día se va a acabar, que es importante estar conciente de que nada es para siempre en nuestra corta existencia. Carpe diem? Sí, pero tampoco me daré cuenta de lo bueno que pueden ser las cosas hasta que un estado nuevo y más triste se aproxime.

Si no te hubiese tenido, todo habría sido más amargo y más sombrío, tú siempre me has dicho que no crees en el destino, pero yo sí. A todos gracias por estar.